¿La Niña o el Niño? los expertos de meteo avisan sobre la posibile evolución del fenómeno que preocupa a muchos.
Los expertos de meteo hablan de lo que puede pasar en particular por lo que se refiere a la temporada de huracanes en el Atlántico.
El fenómeno de La Niña, de breve duración y débil intensidad, se despide del Pacífico ecuatorial este abril de 2025, tras su formación a finales del año anterior. Su partida marca un momento crucial para los meteorólogos, ya que la temperatura del Pacífico en esta época del año influye directamente en la temporada de huracanes del Atlántico, que comienza en junio, y genera anomalías climáticas a nivel global.
A pesar de la persistencia de algunas áreas frías, la temperatura promedio en la región clave del ENSO (El Niño-Oscilación del Sur) se considera actualmente neutral. Esta neutralidad, sin embargo, no descarta una temporada de huracanes en el Atlántico más activa de lo habitual. Las primeras estimaciones de diversos centros de meteorología tropical anticipan alrededor de 17 ciclones con nombre, superando la media histórica de 14.
Tradicionalmente, La Niña favorece la formación de huracanes al debilitar los vientos en altura y reducir la cizalladura vertical, creando un entorno propicio para el desarrollo de sistemas tropicales. No obstante, incluso en condiciones neutras, factores como temperaturas oceánicas elevadas y una menor intrusión de aire seco africano podrían mantener una alta actividad ciclónica.
La atención se centra ahora en la posible aparición de El Niño tras la retirada de La Niña. Si bien los modelos numéricos indican una baja probabilidad de su emergencia entre abril y junio, la primavera boreal presenta un desafío para la precisión de las proyecciones estacionales. A pesar de esta incertidumbre, se estima una probabilidad significativa, del 62%, de que El Niño se desarrolle entre mayo y julio, poniendo fin a casi dos años consecutivos de influencia de La Niña. Estas previsiones son vitales para activar sistemas de alerta temprana y permitir a las autoridades planificar medidas de protección ante posibles eventos meteorológicos extremos.
Además del ENSO, la Oscilación Multidecadal del Atlántico (AMO) juega un papel crucial en la actividad huracanada. La fase cálida de la AMO, predominante desde 1995, se asocia con una mayor formación e intensidad de huracanes en el Atlántico, caracterizada por temperaturas superficiales más cálidas cerca de Cabo Verde y un monzón africano más activo que altera la circulación atmosférica. En contraste, la fase fría de la AMO se vinculó a una menor actividad ciclónica entre 1971 y 1994.
El periodo comprendido entre abril y junio se presenta como determinante para definir el panorama climático del verano en ambas cuencas oceánicas. La evolución térmica del Pacífico ecuatorial dictaminará si las condiciones neutras se mantienen o si El Niño toma el relevo. A nivel global, la continua vigilancia de estos fenómenos de acoplamiento océano-atmósfera sigue siendo esencial para comprender y anticipar las significativas alteraciones climáticas que impactan en todos los continentes.
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