Pocas personas saben que en España hay un pueblo que empieza por W, no te lo puedes perder y merece ser visitado
Es el único y tétrico pueblo de España que empieza por W, situado en pleno Camino de Santiago de Madrid y a dos horas de la capital. Este pueblo ha sido celebrado por el National Geographic.

Estamos en Castilla y León, donde se puede visitar uno de los pueblos más curiosos de España por ser el único pueblo del país que empieza por la letra W, y no solo: su iglesia esconde uno de los osarios más grandes de toda España.
Conoces a Wamba, el pueblo que empieza por la letra W
Esta localidad vallisoletana de Castilla y Léon, con sus paisajes naturales y rurales y sus monasterios, es un pueblo con un carácter único, por ser un tétrico pueblo con herencia visigoda.

Wamba, un pequeño pueblo español de poco más de 300 habitantes, es parte de la historia de España, desde la época visigoda hasta la Edad Media. Este pueblo destaca por su peculiar nombre, uno de los pocos en el idioma que comienza con la letra “W”, aunque se pronuncia “Bamba”. Su origen se remonta al rey visigodo Wamba, quien le dio su nombre actual en el año 672, convirtiéndolo en un importante centro visigodo antes de la invasión musulmana.
Más allá de su toponimia, Wamba tiene un valioso patrimonio histórico. La iglesia parroquial de Santa María, ubicada en la plaza del pueblo, es una joya arquitectónica que combina estilos mozárabe y románico. Originalmente de estilo mozárabe, conserva esta influencia en su cabecera, mientras que el resto de la iglesia fue remodelado en estilo románico por los Caballeros Hospitalarios de la Orden de San Juan de Jerusalén en el siglo XII.
Además, Wamba posee uno de los osarios más grandes de España, lo que subraya su importancia histórica y cultural. “Como te ves yo me vi, como me ves te verás. Todo acaba en esto aquí, piénsalo y no pecarás”, se puede leer en el epitafio. En este osario están los restos de monjes, que incluyen más de tres mil cráneos y huesos, están dispuestos de manera ordenada; esta organización meticulosa intensifica la atmósfera tétrica del lugar, donde las almas de los monjes descansan desde los siglos XIII al XVIII.